Declaraciones arquitectónicas desde Paris

Por Lassla Esquivel

Publicado en Hyper Animals

Diciembre 2014

Pareciera que en últimos años, los museos de arte contemporáneo alrededor del mundo, para alcanzar un sello de calidad tienen que llegarle al precio a cualquier 'rock-architect'[1]. Esta lista la encabeza nada mas ni nada menos que Frank Gehry, arquitecto del famoso museo Guggenheim de Bilbao, y ahora de la Fundación Louis Vuitton en Paris.

Este proyecto ha sido alabado y criticado a diestra y siniestra, pero ¿qué hay detrás de este programa millonario del magnate Bernard Arnault –gran coleccionista de arte contemporáneo y el tercer hombre más rico de la Unión Europea según Forbes?

Primero, es importante establecer que este nuevo museo es una iniciativa privada gestionada por el grupoLVMH(Moët Hennessy Louis Vuitton). Si bien es cierto que es muy loable que las prácticas de museos privados al fin empiecen gestarse en un país como Francia –donde presuntamente la mayoría de sus instituciones tienen injerencia de manos públicas– es indispensable no perder de vista que la sustancia del nuevo centro cultural está impregnada con el logotipo de un titán internacional corporativo de la moda y el lujo.

Louis Vuitton ha invertido ya más de una década –empezó en 2002– en campañas en donde el arte contemporáneo y la moda, difuminan sus fronteras, y unen fuerzas en glamour y excentricidad. Dos figuras claves para ello: Takashi Murakami y Yayoi Kusama. Estos artistas exhibieron piezas de arte en exclusivas boutiques de grandes metrópolis –Champs Elysees– y mostraron sus líneas de mercancía comercial LV como parte de su trayectoria artística en museos –Mori Museum, Tokio. He aquí el punto de partida para el debate.  

El diseño, la moda, la arquitectura, las artes performáticas, son áreas afines que al aliarse, exploran nuevas audiencias, nuevos productos y pueden resultar en propuestas válidas e interesantes. Sin embargo, lo problemático en esta ocasión: desde dónde y cómo posicionarse para hacer una empresa cultural de este tamaño.

13, 500m2 en 12 naves de vidrio

19,000 de placas de Ductal (fibra de vidrio reforzada con concreto)

7,000 m2 de área construida

11 galerías de exhibición

1 auditorio

360 asientos

143,000 millones de dólares de presupuesto publicado

1 terreno concesionado por el gobierno de Francia (que regresará a manos del pueblo francés en 55 años)

Fundación Louis Vuitton ha buscado posicionarse con la imagen de un museo de gran escala internacional, vanguardia e innovación. Sin embargo, sus contenidos a pesar de contar con nombres que hablan por si mismos en términos de calidad discursiva y estética, van lejos de la innovación respecto a sus propias carreras.

Encontramos las propuestas menos arriesgadas de artistas como Olafur Eliasson o Adrián Villar Rojas en un edificio espectacular. Cada punta de las diferentes terrazas ofrece mejor vista que otra, y las comisiones que se hicieron para este centro le dan toques únicos que valen la pena ver. La colección que alberga este museo, está al nivel de las mejores del mundo. Y pese a ello, el contenedor se vuelve más importante que el contenido.

La promulgada misión de Fundación Louis Vuitton de abrir una nueva plataforma para el intercambio y diálogo cultural, se queda en un nivel contemplativo. Es cierto que es una etapa temprana aún en la vida de este proyecto, pero en cinco meses desde su apertura, ni sus propuestas curatoriales ni museográficas han tenido mucho que aportar a discusiones actuales del arte contemporáneo.

Al llegar a este lugar, la experiencia dista muchísimo de ser un espacio para experimentar arte, y se acerca más a la de una sucursal en Fifth Avenue o Champs Elysees. La propuesta para este espacio no es una apuesta, si no una puesta de arte. Esto no tendría porque estar en el escrutinio de la mirada pública, si su promoción y posicionamiento en el mundo del arte fuera congruente con este perfil, como lo hicieron exitosamente con sus proyectos de menor escala de Murakami y Kusama.

¿El error? Se perfila una suma de muchas cualidades, que están mal dirigidas, y por lo tanto desaprovechadas. Una obra de Ghery que bien vale la pena conocer, una colección de arte que bien vale la pena visitar, se apoyan nuevas producciones artísticas y el consumo del arte, se alcanzan nuevos públicos, pero ¿qué afán de proclamarse como la plataforma revolucionaria desde la construcción del Museo Georges Pompidou, o como el proyecto mesías que vendría a reposicionar a Paris como la meca del arte contemporáneo? Resultado: mucho ruido, y pocas nueces –y si le bajan un poquito a lo ostentoso, las nueces me gustaron mucho. En fin, está por verse la trascendencia, o no, de la voz de este proyecto en la elite del mundo del arte.

[1] Con 'rock-architects' nos referimos a las estrellas de rock de la arquitectura en las últimas décadas. Arquitectos de talla internacional que han estado involucrados en algún proyecto –casi siempre más de un par–  ostentoso, 'innovador' y sobre todo costoso para grandes corporativos, edificios emblemáticos y museos de referente mundial.